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martes, 1 de octubre de 2013

Navegando por la Red

Los presupuestos generales del estado nos afectan a todos, por ello nos hacemos eco de algunas informaciones alternativas, que intentan ir algo más lejos de la propaganda oficial del gobierno.



Montserrat Domínguez

Menos cuentos 

 Una mentira mil veces repetida no se transforma en una realidad, por mucho que a Goebbels le entusiasmara la idea.

Así que por mucho que el presidente Rajoy -y su gobierno a coro- repitan como un mantra: "Éstos son los presupuestos de la recuperación", lo cierto es que no lo son.
Son los presupuestos del desmontaje del estado del bienestar, parte II. Sospechamos que, al estilo de los cineastas sin imaginación, la saga continuará: la recuperación que todos ansiamos para 2014 difícilmente superará unas tímidas décimas, insuficientes para cebar el motor de nuestra economía. Confundir nuestros deseos con la realidad es de necios, y ya estamos vacunados contra los supuestos efectos benéficos del pensamiento positivo.
En 2014, las pensiones no subirán por encima del 0,25%, por lo que van a perder poder adquisitivo en 2014 -diga lo que diga la ministra Báñez-; el drama es que, en estos momentos, la pensión de los abuelos es el único ingreso fijo de muchas familias. Si a ello sumamos la reducción de salarios privados, la congelación de los públicos, y una cifra de desempleo excesiva -se prevé menos de 50.000 nuevos ocupados para 2014-, el resultado canta: la demanda doméstica no tiene visos de recuperarse en el corto plazo, así que tendremos que seguir fiando al exterior alguna alegría que nos permita cuadrar cuentas. Dice el ministro de Hacienda que el gobierno confía en recaudar un 1% más sin necesidad de subir los impuestos, pero hay razones para el escepticismo respecto a los cálculos de Montoro. La opción de subirlos quedó rápidamente descartada: hubiera supuesto un motín en el PP.

Mientras tanto, en 2014 seguirán los recortes al gasto público: cae un 35,6% el de Sanidad -un 6,6% sin contar la partida extraordinaria-, las transferencias a las CC.AA. un 7,1%, un 7,2% las infraestructuras -¿a qué está esperando la UE para un programa paneuropeo realmente eficaz?-, un 0,7% para Cultura -la factura la paga, especialmente, el cine-, y sólo Industria puede aumentar su gasto, gracias a la inyección para paliar el absurdo déficit tarifario.
El respiro se produce en I+D+i: un 6,1% más que llega in extremis para evitar el colapso del sistema. También en Educación: el presupuesto para becas aumenta un 10%, aunque con más demandantes difícilmente podrá compensar el tremendo impacto que la subida de tasas está teniendo sobre los estudiantes con menos recursos. Tampoco en este caso el florido titular consigue tapar el panorama: el presupuesto educativo sigue siendo un 30% inferior que en 2010. Y especialmente preocupante resulta que la partida dedicada a la educación secundaria, formación profesional y las escuelas de idiomas que pierde siete millones de euros, un 69%, porcentaje casi idéntico de reducción que el de la partida dedicada a la educación especial.

 Son por tanto presupuestos al menos tan austeros como los de 2013, pero que añaden un mordisco más a las cuentas públicas. Bruselas va a examinarlas con lupa a partir del 15 de octubre: por primera vez, la Comisión los estudiará y opinará sobre su equilibrio. He ahí la explicación de cómo y cuánto se ha aplicado este obediente y sumiso alumno que es el gobierno español para cumplir con los objetivos de déficit, y con esa disciplina prusiana que rige hasta nuestras partidas más nimias.
Se puede apretar los dientes y asegurar que no había otra alternativa, o protestar -como han hecho hoy PSOE, IU y sindicatos-. Lo que no se puede es vender gato por liebre, y proclamar que estos son "los presupuestos de la recuperación". No lo son. Ahondan en el recorte y desmantelamiento de lo público, y por tanto suponen un empobrecimiento general.
Rajoy se siente seguro de su mayoría absoluta, de la que presumía hoy en Kazajistán frente al presidente Nazarbayev. Que presuma fuera todo lo que quiera y le dejen, aunque no lo tendrá fácil si hay muchos colegas como los de Bloomberg TV. Pero de puertas adentro, y ante la crudeza de las cuentas para el próximo año, qué menos que suplicarle: presidente, menos cuentos, por favor.


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