A los que dicen que abunda la mediocridad en la política habría que rebatirles con la sabiduría de Martínez Pujalte, diputado que conocíamos solo como espadachín de retórica mitinera, orador de tono alto, de esos que alardean siempre de decir las cosas como son. Si Bono, el colibrí de nuestra política, tenía por norma llegar a la plebe con la ocurrencia, el chascarrillo y el chiste, y Esperanza Aguirre con un toque de Belén Esteban mojado en vinillo caro, Martínes Pujalte parecía una voz de bar de sofrito de calamares que dice las cosas para que el pueblo las entienda.
Y al carajo eso que llaman lo políticamente correcto. Las verdades del barquero dichas desde la derecha. Como las verdades del pastor dichas desde la izquierda por un Bono que parecía hablar desde un púlpito con un sermón de refranero y tuna, y esto último no lo digo porque Bono tenga planta de tunante. Iñigo Errejón es como la inocencia con gafitas recién salida de la biblioteca. Pero según van sonando las campanas electorales la virginidad se vuelve un velo loco por romperse.
Cuando Albert Rivera pone la escenografía de Steve Jobs parece que uno debiera pensar que van llegando políticos modernos a la política. Que no tiene porqué oler a alcanfor en los escaños del parlamento. No sé, habrá que ver con el tiempo que hay dentro de tanta escenografía. En todo caso a ver si de una vez ocurre lo que decía Platón en su república, que el gobierno sea de los mejores. Catedráticos por ejemplo como Gabilondo o García Montero, aunque Platón echara de su república a los poetas. Pero bueno, bienvenida sea la poesía. Y que la política se llene de cátedras para que ya no se diga a troche y moche que estamos llenos de medianías o funcionarios de partido que no saben lo que es trabajar fuera de casa.
En fin, quizá Gabilondo y García Montero son las puntas del iceberg de dos partidos que ven emerger una nueva izquierda que ha brotado, no de la dialéctica marxista, sino de las tertulias televisivas. Han surgido de terribles enfrentamientos ideológicos contra Eduardo Inda y Francisco Marhuenda. En todo caso lo que da cierta cosa es saber que la genialidad la teníamos en casa y no lo sabíamos. Era Pujalte.
Pero como se expresa con retórica de mercado persa ha tenido que venir el empresario Armero para descubrir que es un oráculo, el George Soros hispano. Cualquier día lo vemos al lado de Paul Krugman con el Nobel de Economía. Y entonces sabremos que es un ser caritativo, pues solo cobra por hablar en dos cafelitos 5000 euros al mes, y sin que haya que escribir. Es un Sócrates moderno. Esa inteligencia para ver hacia dónde va el viento la habría imaginado de Bono. Pero quién lo iba a decir de Martínez Pujalte.
Manuel Juliá.- diariocritico.com
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