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domingo, 9 de junio de 2013

Seguimos con un Almagreño

La pasada semana pudimos leer en el digital MiCiudad Real una entrevista  realizada al profesor Ángel Luis López Villaverde, autor de El poder de la Iglesia en la España contemporánea. La llave de las almas y de las aulas. Es un almagreño que trabaja como Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de CLM, en el campus de Cuenca.
El 9 de junio, el mismo digital publica la segunda parte de esa excelente entrevista que ahora Almagro Post transcribe aquí, de manera parcial. Para mayor información se piuede leer el libro antes referenciado.

Pregunta.-¿Por qué en España, nunca ha triunfado el catolicismo “liberal”, el catolicismo abierto al Estado laico y a la revisión del papel social conservador de la Iglesia?

Respuesta.-Habría que empezar reconociendo la dificultad que supone el uso del concepto “liberal” aplicado al catolicismo (y a cualquier ámbito), pues abarca un conjunto de sensibilidades muy diversas. Por otra parte, también habría que aclarar que no triunfó en ningún otro país de tradición católica antes de la Gran Guerra, aunque en España fue más débil, si cabe. Más débil y tardío desde luego que en Francia, Bélgica o Alemania. Todo esto lo han constatado todos los especialistas, aunque me temo que no se ha encontrado una respuesta satisfactoria para explicar las causas de este desfase.

Pregunta.-Sin que sienta la necesidad de hacer patria, ¿qué hubiera sido distinto si el valdepeñero Lorenzo Luzuriaga hubiera dirigido la política educativa durante la Segunda República?

Respuesta.-Hacer contrafactuales suele ser estéril. Lorenzo Luzuriaga se lamentó de la política educativa dirigida por Rodolfo Llopis porque, a su juicio, desde la Dirección General de Primera Enseñanza, primó los criterios políticos sobre los pedagógicos. En cualquier caso, negar la importancia de la labor educativa republicana, pese a sus sombras, es absurdo. Y una política educativa diferente tampoco hubiera frenado, ni sobrevivido, a un golpe de estado tan atroz y criminal como el que dio paso a la guerra civil.

Pregunta.-A la luz de sus estudios, ¿puede considerarse que entre los objetivos principales de la Iglesia católica en España durante los siglos XIX y XX se encuentra la tarea de combatir la secularización y conseguir el monopolio ideológico de las conciencias? ¿Supone la realización de estos objetivos el nacionalcatolicismo, referente de la religión politizada, recuperado tras el liderazgo del cardenal Tarancón?

Respuesta.-Una institución tan longeva, la más longeva de todas, supo resistir los embates de la secularización, con dificultades pero con éxito. Primero se opuso al liberalismo y todo signo de modernidad. Luego, como ya he señalado antes, adoptó formas de organización modernizadoras, sin renunciar a su discurso antiliberal. Todo empezó a cambiar en el período de entreguerras y sobre todo cuando la resistencia contra el nazismo llevó a hacer coincidir a antiguos enemigos, desde católicos a comunistas. Tras la Segunda Guerra Mundial, se encontraba en una situación de extrema debilidad, en un mundo ampliamente secularizado. La propia celebración del Concilio, y su aggiornamento, fue la necesaria respuesta adaptativa a esta situación. En España, la Iglesia había salido victoriosa y, tras superar los intentos falangistas de establecer una religión política, emergió la religión politizada nacionalcatólica, que no podía entender ni asumir la libertad religiosa conciliar ni sus propuestas modernizadoras. Pero Pablo VI consiguió imponer sus criterios, basados, por un lado, en una contención de la Iglesia postconciliar, en general, y una renegociación concordataria, en el caso español, para acabar con el derecho de presentación del que disfrutaban los jefes de estado españoles, para poder así completar su recentralización pastoral. Y en esto tuvo de fiel escudero a Tarancón. En cualquier caso, bajo todas las tácticas, el objetivo siempre ha sido el mismo, tener mayor presencia en la esfera pública. Y ha encontrado como fiel aliada a la globalización y a la interculturalidad.

Pregunta.-Algunos han comparado el proyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) con otros períodos normativos de la historia de la educación en España en relación con la religión. ¿Considera que es legítimo establecer ese tipo de parangones históricos? Hoy, 25 de mayo de 2013, hace justo un siglo de la aprobación del Decreto de Romanones que establecía la no obligatoriedad de la enseñanza de la religión; en este último siglo, ¿en qué hemos avanzado en la protección de la libertad de conciencia en el ámbito educativo?

Respuesta.-Permítame una reflexión al respecto. La presencia o no de la religión en las aulas ha consumido demasiadas energías a nuestros dirigentes a lo largo de la historia. Y en los últimos años, se ha perdido excesivo tiempo, a mi juicio, en discusiones sobre el papel de la misma en el currículo académico, mientras se ha descuidado demasiado el tratamiento de las lenguas extranjeras o la formación profesional. En relación a la LOMCE, el ministro Wert argumenta que no obliga a nadie a cursar la asignatura de Religión. Pues claro que no, faltaría más. Pero no por falta de ganas, me temo, sino por ser inconstitucional. Creo que lo que se ha pretendido es frenar la sangría de deserciones de alumnos, sobre todo de secundaria, que optaban por la alternativa de estudio para librarse de la asignatura de Religión. Oponiendo una asignatura evaluable, tan “optativa” como esta, se supone que habrá más alumnos que decidan estudiar una asignatura que, siendo una “maría”, puede ayudar a subir la nota media del expediente académico. Y, sobre todo, se trataba de darle la puntilla a la asignatura que rivalizaba en la formación en valores, la de Educación para la Ciudadanía, acusándola de adoctrinadora, lo cual es verdaderamente curioso, viniendo de quienes no ven tal adoctrinamiento en una materia basada en la doctrina católica. Y es una verdadera pena porque ambas cosas, la revalorización de una asignatura religiosa y la exclusión de una de contenido cívico, van exactamente en el sentido contrario a la libertad de conciencia en el ámbito educativo.

poder iglesia

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