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martes, 7 de julio de 2015

GRECIA EN EUROPA

Comparto la opinión de Monserrat Domínguez, en Huffington Post.


¿Cómo reaccionará ahora la Europa oficial, después de enmudecer el domingo por la noche?

Naturalmente que aún es posible la negociación. Las bases para un acuerdo entre el gobierno de Tsipras y sus acreedores están sobre la mesa, afianzadas en el informe del FMI hecho público a contrapelo el pasado jueves que reconocía como técnicamente impagable la deuda griega.
El quid es que no se trata de un problema técnico, ni siquiera exclusivamente político. El 'No' de Grecia es tan rotundo, tan emocional, que amenaza de muerte la confianza necesaria para seguir avanzando en la negociación. Los puñales dialécticos de esta semana de alto voltaje -como Varoufakis acusando de terrorismo a la UE- han resultado eficaces a la hora de movilizar al pueblo griego, pero su efecto boomerang ha sido dinamitar los puentes de diálogo.

Los griegos son orgullosos, y acaban de demostrarlo en las urnas. Pero, ¿cómo tratar el orgullo herido en Berlín y en Bruselas, el de los acreedores que se sienten insultados al tiempo que se les pide que sigan ampliando los créditos?

Los griegos han plantado cara al miedo, pero ¿cómo reaccionarán los gobierno europeos a sus propios miedos, en concreto al pánico a que la rebeldía de Syriza se contagie a velocidad del sonido por España, Portugal o Italia?

El referéndum griego ha sido un ejercicio de democracia impecable, pero ¿cómo va a gestionar la canciller Merkel -y no sólo Alemania- a un sector creciente entre sus votantes, voces hastiadas de Grecia, que la consideran un lastre y la quieren fuera del Euro ya?

'Otra victoria como ésta y estaremos acabados', dicen que dijo el General Pirro cuando venció a Roma en el 280 a.C., con tanto sufrimiento y tantas bajas entre sus hombres que de ahí nació la expresión "victoria pírrica".

Ojalá que en esta semana decisiva, Europa venza también sus miedos y dé muestras de la grandeza de miras que una vez tuvo. Y ojalá la victoria de Tsipras no se convierta en la de Pirro, sino en una que todos los europeos podamos compartir: el final de las políticas de la Santa Austeridad. Son ellas, y no los griegos, las que están partiendo Europa en dos.

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