En el orden del día del Pleno
Municipal ordinario de noviembre, se nos anuncia el cambio de nombre del
callejón de La Sorda. Es un acierto. Lo que en otro tiempo pasado quizás era
una descripción, hoy suena a claro insulto de discriminación o de exclusión
social.
Es el eterno debate entre
mantener las tradiciones o avanzar en innovaciones. La tradición siempre es
popular pero puede resultar cruel a veces. Hay que estar abiertos a los cambios
que signifiquen progreso en nuestra convivencia y civilización.
Lo que habría que investigar por
el Cronista de la Villa, que para eso existe, es qué Pleno Municipal puso tan
desacertado nombre; quienes eran sus componentes, para saber de su nula
sensibilidad hacia eso de “todos diferentes pero todos iguales”.
Es de suponer que el Pleno de
pasadomañana contará con la unanimidad en este punto, que izquierda y derecha
bailarán juntas esta danza de la modernidad, donde parece que la educación ante
las cosas más normales, se abre paso en un clima político enrarecido donde eso
de echar las culpas a la herencia recibida o a la herencia de la herencia
recibida es lo más socorrido.
La Sorda se abrirá paso para el acuerdo entre
la discordia de las ordenanzas fiscales, donde unos se empecinarán en no acoger
demasiado bien a los turistas y, los otros, a olvidar con acelerada prisa lo
que hicieron en su gobernanza. Quizás La
Sorda les una y el ruido de lo más cotidiano les distancie. Todo ello desde la
monotonía.
¡No se salen del guión preestablecido¡.
Tal vez los Ruegos y Preguntas darán nuevamente color a un Pleno que eliminará
a La Sorda.
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