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martes, 2 de junio de 2015

El organero calatravo

Eduardo Bribiesca, trabaja como maestro organero en su taller en Almagro
Fuente.-lanzadigital de ayer

El arte de la

construcción de órganos se esconde en Almagro

J. C. Chinchilla
Ciudad Real
“De niño escuché un órgano de tubos y ahí me enganchó”, confiesa Eduardo Bribiesca, un mexicano que desde hace más de diez años trabaja como maestro organero en su taller en Almagro.

Nacido en México D. F. en 1964, recuerda como en su casa se escuchaba mucha música y de todo tipo de estilos, desde barroco hasta flamenco, pasando por el rock, el jazz y las rancheras. En una familia repleta de pintores, escultores y músicos, Eduardo comenzó a interesarse desde bien pequeño por la música y sin apenas darse cuenta su vida se ligó de forma inseparable con el órgano.

En la actualidad trabaja en la reconstrucción del órgano de la parroquia de la Inmaculada de Herencia, pero hasta llegar a este punto, en la vida de Eduardo se tejen multitud de ramificaciones que enraízan en un particular árbol genealógico en el que el órgano es la órbita central.

Corrían los años 70 en México cuando en un recital quedó impresionado por el sonido y la presencia del instrumento y la casualidad lo llevó a conocer al que sería su maestro de órgano, Felipe Ramírez, que se convertiría años después en el organista titular de la Catedral de México.

Entonces no existía en su país formación sobre la construcción y reparación de órganos, pero con su “amor al arte y por gusto, decisión propia y por vocación” comenzó a aprender el oficio de forma autodidacta. Su primer contacto con la creación de instrumentos musicales fue en un taller escuela del Conservatorio Nacional de Música de México. Allí se inició en el oficio de laudero, lo que muchos definirían como ‘luthier’, un anglicismo que Eduardo rechaza con contundencia.

Su primer gran trabajo lo disfrutó como una gran aventura, cuando en 1983 tuvo que reparar un órgano neumático de principios del siglo XX. Entonces le llega a la memoria uno de los peores recuerdos de su trayectoria, cuando trabajo con un alemán afincado en México con el que no aprendió absolutamente nada, ya que sólo explotaba a la gente.

A su maestro lo recuerda con cariño. A mediados de los 90 llegó a España, con una formación prácticamente autodidacta, al taller del maestro Federico Acitores, en Torquemada (Palencia), donde durante un año profundizó en la construcción del instrumento y aprendió a crear órganos con pedalera, con varios teclados, entre otros tipos.

Regresó después a México para que años más tarde el destino lo invitara a instalarse definitivamente en España. Un inglés que vivía en su pueblo se trasladó a Santander y lo reclamó para que montase el órgano que le había hecho en su nuevo hogar. Tras acabar esta tarea buscó pueblos en el centro de la Península, con buenas comunicaciones, donde poder instalarse. Entonces apareció Almagro. El ambiente cultural del pueblo, gracias al Festival de Teatro Clásico lo terminó de convencer, así como la previsión de ser una región pujante y con grandes proyectos, aunque al final muchos de ellos al final no se han hecho realidad, como el aeropuerto. Aún así destaca la amabilidad de la gente y como ya en todo el país confían en su forma de trabajar.

Desde que se instalara en la ciudad encajera en 2004, ya ha realizado trabajos en todo el norte y sur, este y oeste, de España: Navarra, Barcelona, Compostela, Madrid, Sevilla, Valencia y Alicante. También ha atendido encargos en el extranjero, como en Alemania, Estados Unidos o su propio país natal, México.

Explica Eduardo Bribiesca que el tiempo destinado para construir un órgano depende, lógicamente, del tamaño del mismo. Así uno pequeño podría estar acabado en medio año, uno mediano en un año y uno grande podría dilatarse hasta los dos años. En cuanto a restauraciones los tiempos también fluctúan, desde unas pocas horas si sólo es un repaso, hasta unos tres años si se trata de un gran proyecto de reconstrucción.

Uno de los trabajos de los que Eduardo guarda mejor recuerdo es la recuperación y restauración del órgano de la iglesia de San Juan Evangelista en Peralta (Navarra), un instrumento barroco que a principios del XIX fue “afrancesado” arrebatándole las características físicas y fónicas del órgano ibérico. “Fue un trabajo que llevó su tiempo y bien mereció la pena”, rememoró el maestro mexicano.

Sobre órganos de nueva planta explica Eduardo que ha hecho de todo: “No hay un encargo típico”. En este sentido explica que la mayoría de sus clientes son agrupaciones o escuelas de música, alguna iglesia y algún que otro particular. Generalmente son músicos o grandes amantes de la música quienes encargan un instrumento de este tipo.
Sonido

Sobre sus trabajos destaca que la tesitura y coloratura del sonido. “Cada organero le imprime su sonido” explica Eduardo, que subraya que el alma mater del órgano mexicano es el órgano ibérico. En este sentido indica que trata de plasmar en sus trabajos la estética y el sonido mexicano. Y es que no tiene nada que ver el sonido de un instrumento según de donde provenga, ya que por ejemplo los alemanes son más contundentes, mientras que los franceses son más nasales, como su idioma, y los italianos con picos más altos. “El idioma se refleja en los instrumentos musicales”, incide.

Eduardo estima que en la actualidad habrá una docena de maestros organeros en todo el país, aunque técnicos reparadores y chapuceros hay muchos más, que perjudican tanto al instrumento como a los profesionales. En este sentido, el maestro almagreño agradece que todavía mucha gente de la música tienen cuidado a la hora de elegir quién repara o construye un nuevo órgano. “Aunque entre los profesionales hay de todo también, es como quien compra un Fiat o un Mercedes”.

En un mundo globalizado como el actual, internet se ha convertido para Eduardo en uno de los principales medios para conseguir encargos, aunque en la actualidad no tiene operativa su página web. Sin embargo el ‘boca a boca’ sigue funcionando y muchos de sus trabajos provienen de personas que han visto sus creaciones en un concierto o durante una audición en casa de algún cliente, que traslada al interesado el contacto de Eduardo.

En la actualidad el maestro organero se encuentra inmerso en la reconstrucción del órgano de la parroquia de la Inmaculada de Herencia, a iniciativa del párroco Julián Martín y de sus feligreses, que están sufragando la iniciativa con sus donativos. Eduardo indica que este órgano es mecánico y de buena talla y espera finalizar el trabajo el próximo mes de septiembre.

Eduardo no para. Tras el proyecto herenciano, tiene en cartera la construcción de dos órganos más. Uno para la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México y otro órgano positivo para un particular de Los Ángeles, en Estados Unidos. Y es que la música no cesa en la vida del mexicano Eduardo Bribiesca

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