"A mí no me ha llamado Mariano", repetían irónicamente sus señorías del PP ayer sin necesidad de preguntarles. Una guasa que contrasta con el tono crispado del presidente en su respuesta al líder de la Oposición.
Normal que Rajoy esté sobreexcitado: va a traicionar una de sus promesas, no hacer una crisis de gobierno en toda la legislatura. Por eso cargó ayer con vehemencia contra Pedro Sánchez en el hemiciclo resucitando oficialmente la estrategia de la crispación que Aznar puso en práctica cuando era oposición.
Escuchando los chistes varios de los diputados del PP en los pasillos, parece que el líder del PSOE tenía razón, ni siquiera los suyos tienen interés en el baile de caras y de cargos anunciado. Ese es solo el maquillaje.
El verdadero cambio es la crispación. Justo la estrategia que ha llevado a Esperanza Aguirre a perder el Ayuntamiento de Madrid, el trampolín que le permitiría cumplir su gran sueño, disputar a Rajoy la presidencia del PP. "Están cabreados como monas porque han perdido, no le des más vueltas", apunta un diputado de Esquerra en retirada.
"Antes de que salga la basura que han dejado debajo de las alfombras en ayuntamientos y comunidades, necesitan enfangar el ambiente", apostilla un dirigente socialista.
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