FOTOS: HÉCTOR CAMPOS
Fuente.- dclm
Héctor, nuestro inefable compañero colaborador, al referirse a las calles de Almagro escribe de ellas unas líneas que son como una magnífica introducción para esta nueva entrega de «Crónicas»:
«Son calles desiertas, calles manchegas, calles retorcidas, calles engalanadas con el señorío de los siglos XVI y XVII. La mirada se pierde por entre las venas de la ciudad (disfrazada aún de pueblo) y, allá donde se para, descubre un elemento arquitectónico llamativo, un portalón precioso, una casona de otra época, una iglesia… y la omnipresente alma de las llamadas artes escénicas. El teatro. Nuestro destino es una exquisita combinación de gastronomía, cultura y arquitectura. Afinen sus sentidos».
«Ciudad manchega que puede presumir de ser la única que conserva en perfectas condiciones el último ejemplo de corral de comedias completo de la época (siglo XVII). Todo el casco histórico es un perfecto ejemplo de cómo conservar, rehabilitar, cuidar y aprovechar la arquitectura legada durante siglos; monumentos, casonas, patios, iglesias, palacios renacentistas y conventos que han sobrevivido a los años y hoy continúan sirviendo a la población de forma funcional de múltiples maneras. Muchas ciudades deberían aprender cómo administrar el patrimonio al igual que la ha hecho esta población»
«Pisar el suelo donde artistas desaparecidos hace siglos divirtieron al pueblo y donde la sociedad de la época se reunía para disfrutar con el arte es extraño. Nos invade una sensación como de haber atravesado las leyes físicas establecidas para viajar en el tiempo. Un convento, una iglesia, una catedral… son edificios que siempre nos llamarán la atención y disfrutaremos por su arte arquitectónico, pero estar en el último corral de comedias que existe es diferente: sólo Almagro lo posee. Somos privilegiados de estar hoy aquí. Resuenan las voces de jóvenes actores que ensayan ajenos a nuestra presencia. Excepto el escenario, todo está vacío. Las butacas parecen espectadores silenciosos que respetaran los ensayos sin rechistar. Nos movemos con cautela, atención y respeto. La madera es el material preferido aquí, mayoritariamente pintado de un característico burdeos».
Héctor Campos, periodista, escritor y fotógrafo.
Héctor, nuestro inefable compañero colaborador, al referirse a las calles de Almagro escribe de ellas unas líneas que son como una magnífica introducción para esta nueva entrega de «Crónicas»:
«Son calles desiertas, calles manchegas, calles retorcidas, calles engalanadas con el señorío de los siglos XVI y XVII. La mirada se pierde por entre las venas de la ciudad (disfrazada aún de pueblo) y, allá donde se para, descubre un elemento arquitectónico llamativo, un portalón precioso, una casona de otra época, una iglesia… y la omnipresente alma de las llamadas artes escénicas. El teatro. Nuestro destino es una exquisita combinación de gastronomía, cultura y arquitectura. Afinen sus sentidos».
«Ciudad manchega que puede presumir de ser la única que conserva en perfectas condiciones el último ejemplo de corral de comedias completo de la época (siglo XVII). Todo el casco histórico es un perfecto ejemplo de cómo conservar, rehabilitar, cuidar y aprovechar la arquitectura legada durante siglos; monumentos, casonas, patios, iglesias, palacios renacentistas y conventos que han sobrevivido a los años y hoy continúan sirviendo a la población de forma funcional de múltiples maneras. Muchas ciudades deberían aprender cómo administrar el patrimonio al igual que la ha hecho esta población»
«Pisar el suelo donde artistas desaparecidos hace siglos divirtieron al pueblo y donde la sociedad de la época se reunía para disfrutar con el arte es extraño. Nos invade una sensación como de haber atravesado las leyes físicas establecidas para viajar en el tiempo. Un convento, una iglesia, una catedral… son edificios que siempre nos llamarán la atención y disfrutaremos por su arte arquitectónico, pero estar en el último corral de comedias que existe es diferente: sólo Almagro lo posee. Somos privilegiados de estar hoy aquí. Resuenan las voces de jóvenes actores que ensayan ajenos a nuestra presencia. Excepto el escenario, todo está vacío. Las butacas parecen espectadores silenciosos que respetaran los ensayos sin rechistar. Nos movemos con cautela, atención y respeto. La madera es el material preferido aquí, mayoritariamente pintado de un característico burdeos».
Héctor Campos, periodista, escritor y fotógrafo.
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