Envié a Pedro Sánchez este mensaje: "Admirado Pedro: te pido un titular de tu segunda salida para mi columna. Un abrazo". A los cinco minutos sonó el teléfono y la voz de 1.90: "Soy Pedro Sánchez".
Me quedé agilipollado porque yo le he dado mucha caña; le he acusado de practicar el obstruccionismo. Le he acusado de haber parado al Estado y de haber roto el PSOE con su populismo bonapartista de alcornoque. Se ríe cuando se lo recuerdo y declara: "Hay un inmenso partido de socialistas desconocidos, jóvenes, valientes, que exigen regeneración y democracia; militantes convencidos de que el partido tiene que evolucionar, salir de los cargos y despachos hacia la izquierda y la vida. Hay que adaptar el PSOE a la nueva sociedad".
"¿Por qué están ganando los outsiders contra los aparatos?", pregunto. "Las mayorías se fragmentan, lo he visto en cinco procesos electorales. La izquierda necesita dar una respuesta a las preguntas de los jóvenes del siglo XXI. Hay que hacer un nuevo partido no para contraponer poderes internos sino para evitar que se haga política en nombre de los militantes sin contar con ellos".
"No se puede ganar sin dinero y sin aparato", le aviso. Responde: "Hemos puesto el crowdfunding en marcha. Llegan pequeñas aportaciones. Te juro que no esperaba la empatía que muestran conmigo. Es emocionante para mí y para ellos". "Susana está apoyada por la superestructura del partido y del Estado", le recuerdo. "Yo no tengo que explicar por qué me presento. Susana sí. Sé que voy a participar en una competición desigual. Pero cuento con el entusiasmo de la militancia".
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