Nadie quiere a Rajoy

Si le dejaran, Mariano permanecería en su sillón practicando meditación trascendental o menos, intentando aniquilar todos los pensamientos para indagar en la nada absoluta que es lo que encuentra cuando, por obligación, llama a las puertas de unos y otros.


Nadie le quiere. Hace cuatro años tiraba cohetes junto a Cospedal. Ganaban elecciones por mayorías tan absolutas que se sintieron investidos para hacer y deshacer sin contar con nadie. Se pasaron de soberbia, de mentiras, de corrupción, de provocar más y más injusticias sociales.


 Aprobaban leyes con las protestas de todos y ahora es posible que aquellas leyes se deroguen si la llamada izquierda encuentra el camino, nublado hasta ahora por las ramas de intereses partidistas y de egos. Aunque un primer grado de meditación pueda ofrecer cierta imagen de estabilidad, aparece ahora la verdadera imagen de quiebra del presidente en su cueva y en funciones de asceta.

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