Pero tiene razón Villalobos en que hay que fumigar el Congreso. Aunque no para eliminar presuntos piojos sino para matar evidentes prejuicios clasistas, para erradicar diputados corruptos, para borrar líneas rojas que impiden el diálogo, para quemar eslóganes y llenar las palabras de contenido, para enmudecer el griterío de corrala con el que se acorrala al rival, que habla también en nombre de los ciudadanos, para arrancar gestos efectistas y sembrar leyes efectivas... En fin, para trabajar para lo que fueron elegidos y se les paga y no para darse al chascarrillo grosero y fácil impropio de la dignidad que se presume a sus señorías.
Fuente.- Carlos Francino. Cadena Ser
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