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martes, 15 de septiembre de 2015

La verdad y los sueños


MANUEL JULIÁ

La verdad y su mentira ( dclm)


La contradicción entre la realidad y el deseo se desarrolla también en Cernuda, como dice Díez de Revenga en "Las traducciones del 27", en un enfrentamiento entre el enamorado, el soñador, y la realidad, que es mi caso. Así escribió sobre el poeta romántico Gerard de Nerval, quien vivió una vida llena de dolor en su realidad y murió ahorcándose en una farola de París. Ese sentimiento humano, que pretende dominar una realidad que es autónoma, está en cierto modo condenado al fracaso. Y no solo porque casi siempre se enfrenten la realidad y el deseo, el espíritu y la materia, los sueños (del soñar despierto) y la realidad, sino también porque la realidad es un complejo mecano lleno de mentiras (sombras subjetivas) que han conseguido triunfar en sus andanzas. En mi último libro, "El sueño de la vida", lo escribo en el primer poema, en donde comparo al ser humano con un girasol que siente que la verdadera libertad es imposible: "…por qué mirar afuera si lo que muestran los ojos/ es imposible de atrapar en su primer o último fuego,/ en su mirada o su presencia interminable,/ quizá haya que mirar solo adentro, muy adentro,/ para encontrar la paz que la vida no calma".

Es que la naturaleza, como dice Demócrito, escondió la verdad en un profundo abismo. Lo que hay afuera es una gran representación en la que se muestran múltiples hipocresías creando una verdad. Es el espejo de la apariencia, y aunque haya verdades evidentes (que en el mundo hay más cojones que hombres, como decía Rabelais, o que no se puede discutir que en pleno día hay luz, como decía Voltaire), éstas lo son a modo de escenario en el que se representa la farsa, o la tragedia, de la vida. Sobre esas verdades evidentes (por ejemplo el radical predominio de la desigualdad social) se forjan múltiples mentiras que nacen con el fin de ser idolatradas, no criticadas, como decía Nietzche que ha de ser toda gran verdad. No tenemos que hacer mucho esfuerzo para creer que "la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido", como dice Shakespeare en Macbeth, si observamos el tumulto y las insensateces de Artur Mas y su orquesta independentista, con su misma gran verdad de todos los días.

La realidad, esa que nos acosa desde que nos levantamos, con múltiples armas (tele, Twitter, Facebook…), está llena de mentiras. Incluso las verdades evidentes se disuelven como el azucarillo, y por eso alguien sube a su montaña para decirnos que hay más hombres que cojones, y cuela. La verdad es esquiva, y la mentira avasalladora. La verdad se esconde en un pozo tan hondo que solo podemos llegar a él con el pensamiento, o con los sueños.

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