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sábado, 28 de octubre de 2017

SAN BLAS

UVAS Y GRIFOS.
La cubierta de la ermita está construida con bóveda de crucería con discos en las claves y está distribuida en dos tramos rectangulares, ligeramente diferentes, a los que se suma el ábside triangular. Los arranques de las bóvedas descansan en ménsulas decoradas con racimos de uvas y hojas de vid con escudos de los Fugger (flor de lis sobre fondo azur en el cuartel izquierdo y en el derecho flor de lis azur sobre fondo oro). La vid ha estado presente en decoraciones románicas en los excelentes calendarios de Albendiego y Campisábalos o en casas romanas o decoraciones de la época visigótica. Pero ahora es un elemento ornamental que con la presencia de los frutos y las hojas permite un uso diferente. Una decoración que cualifica especialmente el interior de esta ermita en esos pequeños arranques de los nervios de las bóvedas. Los racimos y las formas horizontales parecen ejercer su fuerza para soportar las formas de la cubierta del edificio.
Los Fugger y la ermita de san Blas.
La ermita de San Blas fue inicialmente ermita del Salvador. Cuando los Fugger llegan a Almagro, al serles arrendados los Maestrazgos de las Órdenes por Carlos V como pago de sus servicios como banqueros deciden volver a construir la ermita. Jacobo Függer decide reedificar la antigua ermita del Salvador, nombre que mantiene hasta el siglo XVIII y que posteriormente cambiará por el de Iglesia de San Blas. La inscripción latina de la portada dice lo siguiente: Al salvador máximo, cuanto hay y también lo que es de esperar, fuera y dentro de esta capilla, Jacobo Függer y los hijos de sus hermanos dedican como testimonio de piedad y religión, Yo doy, dono y dedico.
La intervención de los Függer en la ermita va a estar condicionada por la construcción ya existente. La obra será llevada a cabo por los maestros que están en la órbita del monasterio de la Asunción de Calatrava en dos fases, la cabecera y primer tramo, por Jacobo Függer y el otro tramo de la nave y la torre, por sus sobrinos Marco y Jacobo. Esta segunda fase se atribuye por algunos historiadores a Enrique Egas el Mozo.
La ermita es de una sola nave de veinticinco metros de longitud y diez de anchura con una altura de catorce metros. Es una variante del tipo de cruz latina en la que al suprimirse el crucero por falta de espacio queda reducida al modelo de iglesia cajón. En la nave, en el lado el evangelio hay dos cuerpos añadidos: la sacristía a la que se entra desde el altar y la caja de la escalera del coro situada a los pies que conforma un cuerpo más elevado a modo de torre del conjunto con un cuerpo superior con dos ventanas.  El coro está situado a los pies de la iglesia, y tiene una balaustrada de madera que llevaría el escudo del fundador. El sotocoro muestra un artesonado de madera con los casetones decorados por rosetas.
Las fachadas de la ermita.
El exterior del edificio está construido con mampostería entre macizos contrafuertes lo que confiere un aspecto tosco al conjunto. La portada principal construida en arenisca y orientada al sur, está formada por un arco de medio punto de jambas cajeadas y una línea de impostas muy marcada decorada con flores de cuatro pétalos, con la rosca del arco decorada con motivos vegetales y las enjutas decoradas con grutescos. Se remarca por pseudopilastras a modo de baquetones con capiteles de vaso.
El  entablamento sostiene un segundo cuerpo configurado por una hornacina con pilastras y flanqueado por dos grifos; sobre ellos dos láureas que albergan el escudo de Jacobo Függer y, encima de todo el conjunto, la lápida con la inscripción que hemos comentado. Desde el punto de vista iconográfico el grifo, monstruo fabuloso con cabeza, alas y garras de águila y cuerpo de león, se convierte en el emblema de la vigilancia y el valor, por lo que su uso en las puertas adquirirá un sentido de protección. Isidoro en las Etimologías describe así al grifo: “Llamase grifo a un animal dotado de alas y cuatro patas. Semejante clase de fieras habita en los montes hiperbóreos. Su cuerpo es, en conjunto, el de un león; por sus alas y su cabeza se asemeja a las águilas. Son terriblemente peligrosos para los caballos. Del mismo modo despedazan a los hombres que encuentran a la vista”. Un animal que aparece como custodio de tesoros y arrebatan a los hombres “como si hubieran sido creados por Dios para castigar la temeridad de la codicia”.
La utilización de grutescos, constituidos por seres híbridos y fantásticos, sin un significado específico definido y que enlazaban directamente con la fascinación que lo monstruoso había ejercido sobre la iconografía del Medievo, es aceptada por los Fugger quienes debieron dar su aprobación al programa iconográfico propuesto. Los grutescos son considerados por muchos autores el lenguaje simbólico de la locura y por la misma razón expresión plástica de la vida misma, idea que tras el Elogio de la locura de Erasmo había calado en muchos intelectuales de la época. En la hornacina central una imagen de san Blas. Unos animales presentes en capiteles y decoraciones medievales que ahora aparecen en posición erguidas marcando la fuerza de este acceso como símbolos del poder y de la custodia que ejercen.
La segunda portada.
La puerta del imafronte presenta características manieristas tomadas de los tratados clásicos con un primer cuerpo adintelado y un segundo con el escudo de los descendientes de Jacobo; sobre él, un rosetón que ilumina el coro. Esta portada recoge los temas del plateresco español. El tondo-medalla se transforma en corona-guirnalda. Y junto a ello la voluta en forma de S que forma una especio de frontón de coronamiento sobre los dinteles o sobre las hornacinas.
El edificio tiene libres dos de sus lados donde se sitúan las portadas y está rodeado por edificios residenciales en los otros en ese diálogo presente en la ciudad de Almagro entre la arquitectura popular y la monumental. En uno de sus extremos la sencilla torre deja constancia de su presencia en el interior residencial ya situado en el borde de la ciudad histórica. Sin embargo, en los dos laterales donde se sitúan las portadas se crean pequeños ensanches en el trazado urbano valorando de esta forma su presencia. La portada sur, además, se encuentra elevada con escalones de acceso hasta su nivel adquiriendo así un protagonismo en la visión de sus elementos de decoración elaborados que contrasta con el fondo de la mampostería del resto de la ermita.
Los grifos vigilan las vides del espacio interior que ahora, con el Festival Internacional de Teatro clásico se llena de montajes y exposiciones de arte. San Blas en su pequeña hornacina con su humilde escala sigue presidiendo la presencia de los grifos.


DIEGO PERIS SÁNCHEZ.

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