En la vida de las personas el matiz de la personalidad es un hecho diferenciador que otorga a cada cual un estilo, un modo de ser, actuar o vivir por lo que se nos conoce y por donde se nos califica de uno u otro modo. Pues igual le ocurre a todo, incluido las plazas de toros. Almagro con su día grande en honor a San Bartolomé y su centenaria historia taurina ha significado siempre en la provincia de Ciudad Real un coso taurino muy personal a la par de importante. Los carteles de campanillas en los que las figuras del momento componían una terna ante un hierro de cierta garantía eran lo habitual en Almagro hasta hace no más de diez años. Joselito, José Tomas, Enrique Ponce, Manzanares, El Juli, por citar algunos de ellos, eran los mimbres de unas campanillas que resonaban en la capital, moviendo al aficionado con gran expectación. A día de hoy y tras varios “jaleos políticos” movidos por las corrientes sociales que buscan la inestabilidad de nuestra fiesta ha deparado en un Almagro llamémoslo “diferente”.
Las únicas campanillas que se mantienen de aquella categoría en esta plaza las sigue conservando su banda de música, a la cual da gusto escuchar, el “chulo de banderillas” Iluminado Ureña, casi treinta años ejerciendo dicha labor a la perfección o también las campanillas que sonaron en el enganche que paseó a las guapas damas de las fiestas o al buen tiro de mulas que arrastró la deslucida corrida de “Camino de Santiago” y a los dos remiendos de El Ventorrillo, que otorgando mas categoría al escenario por su presencia tampoco terminaron de embestir con claridad. Del hierro titular salieron cuatro toros de mala presencia, delgados, feos de hechuras y con un comportamiento que tan solo tuvo nobleza como virtud más destacada, sobresaliendo el tercero que se movió con más alegría y clase que sus hermanos. Los del Ventorrillo que remendaron la corrida lidiados en cuarto y quinto lugar no rompieron a embestir como las hechuras hacían presagiar. El cuarto fue a menos sin querer romper hacia delante y el quinto que era un “dije” de hechuras le faltó ese tranco de clase que tiene esta ganadería.
Una tarde que no pasará a la historia de la tauromaquia en Almagro, tan solo si cabe la despedida de Francisco será el dato a recordar y engordar las efemérides de una plaza donde ya no suenan las campanillas de aquel gran ambiente taurino de la ciudad encajera. “Paquirri” es y será un torero de los que perfectamente podría vestir un cartel de los que han caracterizado siempre a la que apodaron como “Maestranza de la Mancha”, por su nombre, sus apellidos, su raza de Rivera y su elegancia de Ordoñez, pero eso sí, con dos figuras del toreo que completen la terna para ver al Francisco de la verónica a pies juntos o la que flexionaba la pierna, para ver al Francisco del quite de Ronda, para ver al Francisco de muleta fina, muleta que remata por abajo las series, componiendo carteles de toros, y en definitiva al Francisco que con su concepto vestiría perfectamente un 25 de agosto en Almagro.
Plaza de Toros de Almagro. Media entrada en los tendidos. Tarde de calor.
Se lidiaron toros de “Camino de Santiago” feos de presencia, delgados y sin trapío. 1º blando, 2º un buey, 3º con movilidad y cierta calidad, y 6º alto y largo que embistió con clase pero sin duración. De El Ventorrillo fueron 4º y 5º mejor presentados, con movilidad pero sin terminar de embestir con franqueza ni calidad.
Juan José Padilla, de rosa y azabache: Oreja y palmas
“Paquirri” de grana y oro: Silencio y oreja
López Simón de grana y oro: Oreja con petición de la segunda y silencio.
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