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domingo, 13 de julio de 2014

El Quijote baila

Navegando pro la red.- elcrisoldeciudadreal, de ayer
 
Ron Lalá tenía el reto de abordar ‘En un lugar del Quijote’ la lucha contra gigantes de lo más variopintos: la imposibilidad de representar sin mutilación una obra tan extensa, satisfacer las altas expectativas generadas tras el éxito de ‘Siglo de Oro, siglo de ahora’ y conjugar su estilo fresco e irreverente con un texto que encierra mucho más que comedia.
A pesar de la aparente dificultad de encaje entre Ron Lalá y la Compañía Nacional, que coproduce el espectáculo, esta unión no ha robado a Yayo Cáceres y sus secuaces las señas de identidad, con las que una vez más, volvieron a ganarse al público almagreño.

ron lala quijoteI 300x200 El Quijote baila al son Lalá

La música, ese motor emocional con el que destilan sus montajes, sigue siendo el eje en torno al cual gira la obra, creando sensaciones intensas sin perder la funcionalidad narrativa. Otro rasgo definitorio del grupo, el humor, mantiene todo lo gamberro que el texto y las circunstancias permiten, y abre las puertas a una sátira que siempre apunta a la sociedad de nuestro tiempo.
 
En un lugar del Quijote’ parte de una dramaturgia que incluye a Cervantes en el relato, con continuos saltos entre realidades y ficciones, creando así una sensación de muñeca rusa, en la que las andanzas de Don Quijote, interpretado por un audaz e innatamente quijotesco, Íñigo Echevarría, también sirven de puente para penetrar la biografía de su autor.
Junto a Echevarría, destaca el sólido trabajo de Daniel Rovalher en el papel de un Sancho Panza, que fue capaz de estar a la altura interpretativa tanto en la ternura que requiere el personaje, como en su contrapunto cómico.
La escenografía, de gran sencillez, permitía transiciones llenas de significado, todo a partir de unos montones de libros, una buena dosis de imaginación y un excelente trabajo del espacio por parte de los actores.
A parte de incluir una selección de fragmentos de la novela, el texto hilvana en verso barroco la metarealidad del escritor con sus personajes, una apuesta que no siempre conseguía encajar con la prosa cervantina, generando en ocasiones saltos demasiado brusco entre el drama prosaico y la comedia versificada -quizás en este punto sea donde más se aleja de su último montaje en el que la transición entre textos era casi imperceptible-.
Pero el humor es bálsamo cuando se trata de acercar al público los clásicos, y las carcajadas inundaron el patio de butacas desde el primer minuto hasta el final de la obra, cuando en medio de una prolongada ovación, los actores se disolvían entre los espectadores recitando al unísono el “En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”.
 
ron lala quijote

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