Cuando parecía que nuestra mayor preocupación era qué vacuna nos ponían a nosotros o a nuestros seres queridos, llegaron miles de moros a nuestras fronteras y hubo que activar al ejército. Contenido el enemigo nos entretuvieron con la desescalada del verano, con más muertos en las carreteras, y una hostelería a tope, con horarios nocturnos nuevamente insoportables.
Nada de ello nos ha perturbado tanto como el tarifazo eléctrico, poner la lavadora de madrugada, planchar el fin de semana y no poner el aire acondicionado este verano.
Somos la nueva normalidad: agua fresquita del botijo, aire de abanico, planchado con la ropa colgada y refrescar la sandia en el pozo en un saco de arpillera.
Todo como en los viejos tiempos.
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