Desde el fallecimiento anunciado del ex-presidente Suarez el pasado domingo, se han sucedido reacciones políticas y sociales de alabanza a su persona y su obra política. No es para menos. Evidentemente Suarez ha muerto pero la historia no ha muerto. Y él tendrá siempre su página en ese libro de la Historia de nuestro país.
No todos los que le alaban hoy le quisieron antes. Muchos de los que opinan hoy, de su misma familia política, antaño conspiraron contra él y le traicionaron lo que pudieron. Hoy la derecha quiere reivindicarlo, pero antes le combatieron con saña.
Esperamos que las poses de estos días, incluidas las declaraciones institucionales, las mociones forzadas y los argumentarios para mantener le escena unida, sean sinceros, como rectificación de los errores del pasado y como camino de un comportamiento político de futuro, donde los consensos, la decencia y el respeto al oponente, sean valores comunes de utilización por la mal llamada clase política.
Sería un buen legado de Suarez, ahora que la transición sí que ha terminado.
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