La estrella “triunfaora” ejecuta su escorzo final tras una actuación jaleada por los incondicionales que la respaldan tras el escenario. Atuendo informal, mitinero o, tal vez, rociero. Eleva la mano derecha a las alturas como si ejecutara el remate de una sevillana. El gesto de la cara no es acorde con tanto revuelo triunfal. La boca forzada, “en lugar de sonrisa una especie de mueca”, quizá sea la imagen de ese tormento interior que no deja sonreír abierta y espontáneamente a esa mujer, no hace tanto tiempo hermosa.
Los dos que la flanquean componen un cuadro “canastero”, que más bien sugiere la juerga flamenca de la cuadrilla de un torero en un fin de temporada que dos auténticos palmeros del templo madrileño de Manolo Caracol.
Los dos que la flanquean componen un cuadro “canastero”, que más bien sugiere la juerga flamenca de la cuadrilla de un torero en un fin de temporada que dos auténticos palmeros del templo madrileño de Manolo Caracol.
El palmero de la derecha podría ser el peón de confianza; ese gesto cómplice y la sonrisa ladeada bajo el pelo rizado y gris lo acreditan como el veterano conocedor de todos los secretos del oficio, que expresa suficiencia y dominio de la situación en el tablao.
El de la izquierda , en una cuadrilla, sería inequívocamente el picador. Se le nota en la mirada que aplaude con fervor. Su cara es el espejo de un alma satisfecha y agradecida, sentimientos que se desbordan a raudales por encima del cuello de su camisa, abierto de par en par. Esa lengua plegada y carnosa que asoma entre sus labios es la expresión inequívoca de un éxtasis por la “star-lider” que, como emana del cariño verdadero, ni se compra ni se vende ni se puede disimular; solo se puede sentir con auténtica devoción como demuestra la imagen.
El de la izquierda , en una cuadrilla, sería inequívocamente el picador. Se le nota en la mirada que aplaude con fervor. Su cara es el espejo de un alma satisfecha y agradecida, sentimientos que se desbordan a raudales por encima del cuello de su camisa, abierto de par en par. Esa lengua plegada y carnosa que asoma entre sus labios es la expresión inequívoca de un éxtasis por la “star-lider” que, como emana del cariño verdadero, ni se compra ni se vende ni se puede disimular; solo se puede sentir con auténtica devoción como demuestra la imagen.
A la derecha de la foto, junto al atril de los oradores, en el margen de la escena, dos protagonistas secundarios ríen sus cuitas. No palmotean a la jefa con el fervor necesario. Quizá sospechen que su futuro político no esté garantizado (la política es vivir en un constante sin vivir), o quizá sepan que el que esté en el aire sea el de la tripleta central de la foto y celebren su próxima oportunidad de saltar al albero y hacer el paseíllo (la política es un estanque, donde nadie puede saber si es más peligroso el enorme tiburón o la pequeña piraña). Lo dicho, un constante sin vivir que no da para sonrisas abiertas y sinceras. Vean, si no, la cara de la protagonista de la foto.
(Juan Gomez.-Lanza 17 febrero)
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