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jueves, 22 de enero de 2015

En defensa de las Bibliotecas

Contra las bibliotecas públicas

Felipe II pronunció en 1588 la célebre frase "No he enviado mis naves a luchar contra los elementos". Y un sentimiento similar siento yo cuando escucho, perplejo, frases e ideas infravalorando las bibliotecas públicas.
En realidad, simplificando, podría afirmar que hay personas que parecen estar en contra de las bibliotecas y ahora, en época de crisis y de menores recursos, justifican sus medidas atacando a estos servicios públicos a los que la legislación española les viene negando su mayoría de edad y su importancia estratégica.
En general, como he dicho hasta la saciedad, los políticos españoles no han destacado precisamente por su apoyo o defensa de las bibliotecas.
Muchos escritores, con excepciones como Muñoz Molina y otros, tampoco dieron demasiada importancia a las bibliotecas, a pesar de ser la puerta democrática al conocimiento, la cultura y la educación permanente.
Incluso hay especialistas que se aventuran a afirmar que las bibliotecas en la era de internet no se precisan o necesitan menos recursos económicos y humanos. Sobre el desinterés de los políticos he insistido que aquellos que no valoren, protejan y apoyen las bibliotecas públicas serán expulsados de la vida pública por los ciudadanos en próximas elecciones.
En cuanto a aquellos gestores que se atreven a afirmar que en la era digital hacen falta menos bibliotecarios y menos recursos económicos y técnicos, en sus declaraciones e informes ya llevan la penitencia: la ignorancia y la osadía de hablar de centros que no conocen, que no valoran y que no aman les descalifica en su actividad.
Seguro que no se atreverían a afirmar que en los hospitales, centros de salud o en las escuelas y otros centros educativos, ya no hacen falta médicos, enfermeras o profesores, porque todo el conocimiento está en internet. Pero esos servicios públicos siempre han sido considerados esenciales, básicos para la sociedad, para los ciudadanos.
Pero ¿y las bibliotecas públicas? Según ellos son centros no esenciales, no necesarios, de "segunda división" dirían; y, consiguientemente, pueden funcionar sin personal, sin recursos y sin apoyo.
Claro que algún día los ciudadanos promoverán una rebelión a favor de las bibliotecas públicas y entonces todos esos mediocres gestores comenzarán a conocer el valor de las bibliotecas, de los profesionales que constituyen su corazón y de los millones de ciudadanos que cada día visitan y utilizan sus instalaciones.
Publiqué hace apenas un año una novela que titulé "Rebelión por la Biblioteca" donde están las claves de la rebelión ciudadana para luchar a favor de las bibliotecas.
Las bibliotecas públicas no son sólo lugares de estudio, depósitos de libros y audiovisuales, de conservación del conocimiento y las ideas, templos del saber..., según se escucha.
En nuestra época, las bibliotecas son esenciales para el desarrollo de la cultura democrática y constituyen lugares de encuentro, debate y convivencia, centros de propuestas para la comunidad local, donde se respira libertad y donde se forman ciudadanos libres y críticos. En las bibliotecas públicas no hay barreras ideológicas, ni sociales, ni de edad, ni religiosa, ni de razas...Las bibliotecas acogen a todas las personas y, por la gratuidad de sus servicios, son además accesibles para personas en exclusión social, intelectuales, escolares, familias, profesionales...Las bibliotecas son la casa de todos los ciudadanos.

Autor. Juan Sanchez

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