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Almagro, ¿un festival off?.- por Liz Perales
- 27/06/2013 El Cultural
Hace unos días me preguntaron qué espectáculos recomendaría de la 36 edición del Festival de Almagro, que se celebra del 4 al 28 de julio. Tras bucear en la programación descubrí con desilusión lo dispersa que me resultó: apenas hay producciones con un cartel de “campanillas”, tampoco estrenos llamativos, y no acierto a distinguir muy bien los espectáculos de la sección oficial de los de la sección Off. Por último, me ha llamado mucho la atención que todas las producciones, tanto de una sección u otra, se exhiban un día, como mucho dos.
Sé que es difícil repetir el acontecimiento de la edición de 2012, inaugurada por Blanca Portillo con La vida es sueño, pero el pasado año hubo otras celebridades (Yo soy Don Quijote, protagonizado por José Sacristán). Son esas figuras y esos espectáculos los que dan lustre a la muestra y lo posicionan como un Festival singular y de referencia al que el aficionado se anima a visitar. En esta edición, sin embargo, cuesta encontrar esos espectáculos, aunque mucho más grave me parece el limitado número de funciones que se ofrece.
Hay una excepción, la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), que como ya es tradición se instala cada verano en la ciudad manchega al menos con dos espectáculos. Este año, sin embargo, abre el Hospital de San Juan (espacio que tiene reservado para el Festival) con el estreno de La verdad sospechosa, que se verá allí hasta cruzar el ecuador de la muestra, y a partir de entonces presenterá otras dos obras más: el exitoso El lindo Don Diego y La noche toledana (en la Antigua Universidad Renacentista). Parece como si el Festival hubiera confiado su programación oficial a la CNTC.
No creo que limitar tanto el tiempo de exhibición de las obras benefice a nadie. Confinar los espectáculos a uno o dos días es una ruina para las productoras que los impulsan y una frustración para el espectador, que se queda sin verlos. Con tan pocas representaciones se impide el triunfo de una obra, que trascienda, pues en Almagro cuando una producción gusta, funciona el boca a boca, dándose llenos importantes. Tampoco el Festival gana: se queda sin esos posibles “éxitos” que le situarían como escenario de referencia y sin su taquilla. Además, desde el punto de vista económico, es una política en la que cuesta más amortizar costes (pienso, por ejemplo, en que hay que montar y desmontar muchos más espectáculos, más gasto en promoción, más gasto en venta de entradas...).
Defender una sección oficial como eje vertebral del Festival es compatible perfectamente con abrirlo también a la experimentación y a los nuevos artistas, así como a otras actividades paralelas. La actual dirección del Festival, con Natalia Menéndez al frente, tuvo el acierto de crear un circuito Off hace cuatro ediciones y otro dirigido a los niños, Barroco Infantil, el pasado año. Los Off son lugar para la innovación y el descubrimiento, en los que artistas desconocidos se animan a mostrar su talento con producciones generalmente económicas y en los que sí tiene razón de ser que se ofrezcan pocas funciones. Pero lo habitual es que tengan un carácter independiente, que sean circuitos autogestionados por los propios artistas. En Aviñón, por ejemplo, el Off es una grandísima maraña de espectáculos de pequeño formato que inundan durante todo el mes de julio la ciudad y que nada tiene que ver con la organización del Festival, que lógicamente no lo publicita
. Y en lo que respecta al Fringe de Edimburgo, surgió a la sombra del Festival oficial pero cobró vida propia poco después de nacer y se independizó totalmente. No es así en Almagro, que viene impulsado desde la organización del Festival. En esta edición, yo detecto cierta confusión o solapamiento con las obras programadas en la sección oficial, cuya causa sea debida a lo ya dicho: los escasos días de exhibición, que afectan tanto a las obras de una como de otra sección.
Es posible que esta programación se justifique por la merma presupuestaria, este año ha sufrido una reducción del 6% con respecto a la edición anterior. Pero la cantidad de la que ha dispuesto el Festival, 1.246.543 euros, no es raquítica. Me inclino a pensar que la programación ha sido bien meditada por sus artífices, quienes han querido dar cabida al mayor número de compañías y, así, contentar a muchos. Sin embargo, el “café para todos”, me temo, suele tener efectos contrarios a los deseados: a las compañías con las que he hablado las contrataciones les han parecido migajas y ya veremos cómo reacciona el espectador. Eso sí, los políticos, grandes apasionados de la estadística, es probable que queden satisfechos cuando les informen de que el Festival ha batido records por el número de compañías y artistas participantes.
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