Esta semana se ha podido presenciar en el Festival Clásico de Alcalá de Henares El mercader de Venecia, de la compañía Teatro Nacional de Israel.
En la comedia se cruzan dos historias. Por un lado, las relaciones de odio que mantienen el mercader Antonio y el judío Shylock, y que cristalizarán cuando firmen un acuerdo. Y por otro, las peripecias de la rica y bella dama Porcia para encontrar marido, aunque sabe que está destinada a su amor Basanio. Shylock ve llegada la hora de su venganza por tanto desprecio de Antonio cuando vea que éste no puede cumplir su parte del acuerdo. Y reclamará al gobierno de Venecia (ciudad que en el Renacimiento, y para preservar sus intereses comerciales concedía los mismos derechos a judíos que a cristianos) que aplique la ley y que Antonio cumpla su acuerdo.
Es sorprendente que esta producción, que fue seleccionada como una de las mejores que participaron el pasado año en Londres en el World Shakespeare Festival del Globe Theatre (que invitó a compañías de todo el mundo a representar títulos de Shakespeare), haya venido a España para exhibirse tan solo dos días sin que ningún otro festival, de tantos de teatro clásico como se celebran, se haya interesado. Es una pena, su calidad y factura lo merecen. Está interpretada por el elenco estable del Habima, jóvenes y energéticos actores entregados desde el minuto número uno a la representación y que también cantan y tocan; la dirección de Ronen tiene detalles eficacísimos (como el atrezzo de las sillas, para definir el territorio cristiano o judío, el juego de las cuerdas), y el vestuario (Maor Zabar) tiene la cualidad de ser intemporal y un alarde de imaginación y belleza.
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