En los últimos cuatro años el sector cultural ha pasado en España de vadear la crisis a sufrirla en carne propia. Más de 100.000 empleos perdidos, cierre de 4.500 empresas dedicadas a la cultura y una bajada de hasta un 27,72% en el consumo de productos culturales. Cifras que se traducen en que cada vez se venden menos libros, se acude menos al teatro, al cine o a los museos.
Son los datos del reciente informe sobre el estado de la Cultura en España realizado por la Fundación Alternativas en comparación con el publicado en 2011. Y si se analiza por disciplinas artísticas, los números estremecen: en el teatro, los espectadores han caído un 4,1% y en recaudación se ha pasado de 266 millones en 2009 a 200 millones en 2013–en danza la bajada recaudatoria es de un 50%-, lo que ha obligado a cerrar salas y compañías; en música, la recaudación de los conciertos ha caído un 28,63; en libros, los ciudadanos gastan hoy un 36,45% menos que en 2006,; y en cine, a pesar de que 2014 ha sido un buen año para la taquilla, se han recaudado 140 millones de euros menos que en 2010
Pacto por la Cultura
Los coordinadores de este informe, no obstante, se muestran un tanto “intranquilos”, según palabras de Sartorius, con respecto a los planes de los diferentes partidos políticos en relación a la cultura. “A partir de 2011 la cultura desapareció de los programas, y lo que he visto ahora me parecen todo generalidades y obviedades”, sostiene.
¿Y no sería posible un Pacto por la Cultura? Los coordinadores son escépticos. “Si ni siquiera se consiguió con la Educación que era más importante… Se podría llegar a acuerdos concretos en mecenazgo y cuestiones fiscales”, reflexiona Sartorius teniendo en cuenta el desconocimiento sobre qué partidos tendrían que pactar. Para él realmente habría que pensar como los franceses y crear “un Super Ministerio de las Culturas, porque no se puede dejar en una Secretaría de Estado”. ¿Pero eso no sería caer en el intervencionismo y en el sistema de subvenciones? Sartorius carraspea y zanja: “Cuidado con los intereses corporativos. Que la política meta las manos en la cultura es malo, pero que la cultura entre en la política no vendría mal”.
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