En su discurso al recoger el Premio Nobel en 1982, que cerró parafraseando el final de Cien años de soledad, acabó con una oda al optimismo vital:
Como dijo en Vivir para contarla: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.Los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
La ocasión nos lleva a añadir que la vida también es lo que uno lee y aquellos libros y autores que recuerda para siempre.
Recordaremos siempre, con sus lecturas, a GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.
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