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viernes, 30 de septiembre de 2016

Salida democrática



DECÍAMOS ayer que la pugna por el poder en el PSOE se había convertido en un triste espectáculo. Esto es lo que hemos visto en las últimas horas en las que los partidarios de Pedro Sánchez y el sector crítico no han mostrado el menor empacho en sacar todas sus armas para apropiarse de las siglas del partido.
No es una imagen edificante para la sociedad española, que observa con perplejidad cómo el PSOE dilapida buena parte del capital político acumulado desde la Transición. Sus líderes históricos, empezando por Felipe González, han perdido los papeles en una maniobra destinada a destituir a Sánchez que evidentemente ha fracasado por el momento.
La estampa de Verónica Pérez, dirigente andaluza y presidenta del Comité Federal, reclamando su autoridad a las puertas de Ferraz vale más que mil palabras y demuestra la honda fractura que hoy existe en la familia socialista.
Decíamos también ayer que el PSOE se ha partido en dos y eso quedó claro cuando Pedro Sánchez anunció que va a solicitar la convocatoria de unas primarias y un congreso en el Comité Federal de mañana, algo que los críticos entendieron como una declaración de guerra.
No estamos ante un conflicto de buenos y malos sino ante una descarnada lucha por el poder en el que se cruzan las ambiciones personales, los malos resultados del partido y su crisis de liderazgo.
¿Cuál es el camino para salir de este penosa situación? Creemos que la única opción razonable es un pacto entre las dos facciones para saldar sus diferencias mediante una solución democrática en la que las bases diriman este contencioso, no como pretende Sánchez sino mediante una fórmula de consenso.
A los críticos hay que volver a reprocharles que la vía elegida para destituir a Sánchez no es justificable porque el actual secretario general fue elegido por las bases y un golpe de mano palaciego no parece el procedimiento adecuado para resolver las diferencias.
En política, el fin no justifica los medios y, por eso, insistimos en estas líneas en nuestra disconformidad con esa maniobra para apartar al líder del PSOE. Pero dicho esto, creemos también que, si es necesario para evitar un cisma, es preferible que Sánchez abandone la secretaria general y renuncie a ser candidato porque nadie es más importante que la institución que encabeza.
Sánchez ha cosechado unos pésimos resultados en las últimas elecciones en Galicia y País Vasco, no ha sido capaz de ofrecer una alternativa de Gobierno a Mariano Rajoy, se ha encastillado en el «no» y tampoco ha sabido unir a su partido en torno a su liderazgo. Por eso, debería sopesar si merece la pena seguir en el cargo y si no es más prudente una retirada a tiempo que un enfrentamiento que puede provocar una escisión en el partido. Y eso lo decimos con todo respeto porque el secretario general del PSOE no merece los ataques y descalificaciones que se han lanzado contra su persona en las últimas horas por mucho que no compartamos sus decisiones en los últimos meses y por mucho que creamos que estaba profundamente equivocado.
Lo esencial no es ya quién debe asumir la dirección del PSOE sino la necesidad de recomponer la unidad interna y volver a recuperar las señas de identidad del partido. Y ello porque el sistema democrático necesita de un PSOE fuerte y cohesionado, capaz de representar a la izquierda moderada que puede frenar el ascenso de otras fuerzas populistas y demagógicas.
Sería un grave error que el PP viera en esta crisis un atajo para llegar al poder porque la abstención socialista estaría siempre contaminada de ser la consecuencia de la decisión de una gestora sin representatividad. Ello no haría más que agrandar la fractura en el PSOE y minar la legitimidad de Rajoy que, a nuestro juicio, es el líder que debe encabezar el nuevo Gobierno por ser el candidato que ha ganado las elecciones con meridiana ventaja sobre el segundo.
Lo urgente y lo necesario es -hay que insistir en ello- que el PSOE resuelva democráticamente sus querellas internas, lo que hace conveniente buscar un liderazgo que cuente con la aceptación de todos los sectores. Pero es a sus dirigentes y militantes a quien corresponde encontrar esa solución y no a los grupos de presión ni a los medios de comunicación, cuyo papel se debe limitar a narrar y analizar lo que sucede.

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