El último episodio lúgubre de nuestra decadente democracia
han sido los quince muertos en la frontera
Ceutí. Eran primero personas, después
inmigrantes ilegales. Sólo un par de semanas antes alguien había
exclamado “o el PP o la nada”. Ante estos episodios se prefiere “la nada”. Y eso que la frasecita de marras
es de lo más totalitario que uno pueda echarse a la cara. Estás conmigo o estás
contra mí. Piensas lo que yo o no existes .La calle es mía y los demás un
fantasma. Eres de los míos o un extraño sin patria. Entre el “PP o la nada” y
las muertes de inmigrantes cuando nadaban hacia la costa hay cierta similitud:
siempre hay disparos de pelotas de gomas, o eufemismos de goma ,o discursos
totalitarios y excluyentes de pelotas.
Los de mi generación deberíamos estar dando saltos de alegría
con la actual derecha española: nos están haciendo más jóvenes, con tanta vista
atrás. Algunos científicos en busca de la medicación de la eterna juventud y
resulta que están perdiendo el tiempo, lo resuelve un gobierno patoso que lo
mismo lo meten a dar un mitin electoral
en Turquía sin enterarse, o que proyecta una ley mordaza contra las libertades
o que intenta legislar para que la mujer deje de ser adulta o que impone una
religión como asignatura evaluable.
Ya sólo falta que vuelvan los gobernadores civiles y el
tribunal de orden público, para que recordemos plenamente la rebeldía de
nuestros 20 años. ¿De verdad nos vuelven más jóvenes? .Podemos pensar que quien
fue rebelde a los 20 puede ser rebelde cuarenta años después. El desafío parece
imposible, pero nos están obligando a ello.
A los veinte años lo queríamos todo, la libertad, la
autonomía ,la justicia social y el bienestar. Éramos hijos de los incipientes
medios de comunicación libres, de aquella naciente televisión y de todas
aquellas revoluciones de las que nos hablaban, cuanto más románticas mejor.
Fuimos rebeldes y
obtuvimos nuestra recompensa como respuesta a una energía encauzada y a unas
emociones por descubrir un sistema político de aires nuevos. Aquella sociedad
que queríamos superar se moría de aburrimiento, de miedos al tío del saco por
las calles de nuestros pueblos o a la palabra expresada en el instituto o en la
peluquería .Aquellos tiempos tuvieron una moral anticuada, represiva e
hipócrita ¡.Me resisto a que nos manden al pasado¡.
Hoy, cuarenta años después, nos encaminan a esa moral
hipócrita, a unos valores trasnochados donde la libertad colectiva o individual
está enmascarada en el disfraz de los comunicados oficiales o los argumentarios
partidistas. La excusa la han forjado en la herencia recibida ,en la violencia
de la oposición, en la crisis de las entidades financieras, en lo anticuado de
lo público, en la corrupción de las palabras y los sobres. Ya no nos sorprendemos
de nada, aunque igual nos empezamos a escandalizar cuando pillen a un político
Suizo con una cuenta en España.
Ante ello me temo que no podemos ser rebeldes por la revolución pero
sí podemos ser rebeldes por la democracia .Podremos perder en esa rebeldía,
pero si no lo intentamos es que ya hemos perdido. Tenemos que exigir que la
economía de mercado esté dirigida por la democracia social y de derecho. La
libertad no puede ser un privilegio para una minoría porque la mayoría esté
agotada por la crisis y el desempleo
Tenemos que ejercer la lucha democrática cuando nos quieren
privatizar todo, hasta el agua municipal. Pero se equivocan. Ese es su error
.No lo entienden. Estaremos en el rincón de
“la nada”, pero no nos pueden privatizar nuestra dignidad de ciudadanos.
Ángel López Jiménez
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