Unos presupuestos ficticios que ahondan en el estancamiento a largo plazo
En una nueva jornada de gloria del vodevil que supone escuchar a los ministros del área económica del Gobierno, finalmente se presentaron, entre bromas, risas y fanfarrias, los cuentas del Estado para 2014. Al igual que los del 2013, tanto el cuadro macroeconómico, como las cifras anunciadas no sirven absolutamente para nada, porque el Presupuesto nace ya incumplido, dado que el anterior no se ha liquidado y por tanto no se incorporan las desviaciones.
Esta práctica presupuestaria es realmente dañina para los agentes que esperarían que los gobernantes fuesen precisos, rigurosos y veraces a la hora de presentar la ley más importante del año en una democracia: la Ley de Presupuestos.
Partiendo de la metodología de confección del presupuesto, ésta ya es criticable y supone un ejercicio de opacidad y trilerismo impropio de un país democrático. El primer eslabón de la cadena es el cuadro macroeconómico que se confecciona en junio, para aprobar el techo de gasto, cuando apenas se conoce el PIB del primer trimestre del año. En ese momento, la Secretaría de Estado de Economía lleva a cabo un mix de las previsiones de los organismos internacionales, y analistas privados para hacer suyo el diagnóstico y las proyecciones económicas. Todo esto sin tener en cuenta las desviaciones del anterior presupuesto ni las revisiones que se hacen normalmente en otoño.
Con todo esto, las previsiones macroeconómicas deberían despertar hilaridad entre la profesión, especialmente las de crecimiento, recaudación tributaria y empleo. Escuchar a la vicepresidenta y al ministro Montoro que estos presupuestos son los de la recuperación espantaría a cualquier analista riguroso, generaría una corriente de crítica entre los economistas y especialmente la propia sociedad se levantaría contra la mezcla de tomadura de pelo e ignorancia reconocida. Las proyecciones, revisadas al alza desde el cuadro macroeconómico anterior, creen que el crecimiento del PIB será del 0,7% en 2014, bajo la hipótesis que el empleo solo descenderá un 0,2%, pero el consumo y la inversión crecerán, aunque no lo suficiente, como para compensar la demanda interna, que seguirá drenando crecimiento, 0,4 puntos porcentuales.
Analicemos la demanda interna, y especialmente el consumo y la inversión. El Gobierno se atreve a decir que en 2014 el consumo podría crecer, a pesar de que ninguna de las variables que explican el gasto mejorarán. Por un lado, en España hay 28 millones de inactivos, es decir personas que viven, bien de las pensiones, bien de subsidios o prestaciones por desempleo, o bien de la red familiar, cuando no de la caridad. Esto se desglosa en 15 millones de inactivos, personas que no buscan ya empleo, 8 millones de pensionistas y alrededor de 6 millones de parados, de los cuales, solo el 62% cobra prestación. Por lo tanto, en una economía poblada mayoritariamente por clases pasivas, se supone que los que mantengan el empleo, alrededor de 16 millones, podrán compensar la incertidumbre y el desplome de la renta disponible de más de 28 millones de personas, y así el consumo se recuperará.
Para que el consumo se recupere hace falta que se cree empleo, que la renta disponible real crezca y que la riqueza también se recupere. La pregunta clave es si alguna de estas variables repuntará en 2014. Comenzando por los sueldos, la política salarial pública suele ser el espejo en el que se mira la fijación de salarios. Si nos atenemos al proyecto de ley de presupuestos, los salarios de los empleados públicos se verán reducidos, por cuarto año consecutivo, en términos reales, al congelar la retribución nominal. Por tanto, la capacidad de gasto se verá mermada, máxime si tenemos en cuenta la pérdida de poder adquisitivo acumulada que podría llegar al 20%. Si sumamos a este colectivo, los pensionistas, nos encontramos con que más de 11 millones de personas verán reducida su renta disponible real. No hay que olvidar que tras el copago sanitario y farmacéutico entre pensionistas y activos, ahora llega el copago hospitalario para crónicos. Finalmente, con la amortización de plazas públicas, la masa salarial total pública se verá reducida de forma drástica.
Con estas premisas, tenemos ante nosotros unos presupuestos completamente ficticios, hechos para intentar vender la idea de la recuperación, simplemente porque la prima de riesgo se ha reducido y hemos alcanzado superávit corriente gracias al desplome de las importaciones y un repunte transitorio, por desviación de comercio, de las exportaciones
En el apartado de inversión, la reducción del consumo interno, la contracción del crédito y el crecimiento de la morosidad bancaria tampoco auguran una recuperación, a pesar de los bajos tipos de interés y reales de la economía. Una prueba del bucle en el que está inmersa la economía española es que el gasto total de los Ministerios, algo más de 33.000 millones de euros, es inferior al pago de la deuda pública, unos 36.000 millones (un 4% del PIB) y ligeramente superior al pago por prestaciones de desempleo, que alcanzará más de 29.000millones, un 10,3% más que en 2013.
Con todo, mientras la deuda total siga en niveles cercanos al 400% del PIB, siendo la deuda pública y exterior las que más aumentan, llegando aquella al 96% del PIB, la economía española no podrá iniciar la senda de la recuperación. Su composición no ayuda, pues los sectores más intensivos en mano de obra dependen íntegramente del consumo y de la inversión, especialmente pública, y nada de esto presenta signos de mejora.
En suma, las líneas maestras de estos Presupuestos generan escasa confianza y aumentan la incertidumbre de los agentes. Están llenos de intenciones, pésimo análisis y trampas contables. No solucionan el problema de la deuda, ni la morosidad bancaria, no facilitarán el crédito ni relanzarán la inversión. Ninguna cifra es creíble, especialmente las relacionadas con el I+D+i, o la cultura. Habrá que esperar a las cifras en detalle para ver el trilerismo que llevan a cabo entre subvenciones y préstamos que nadie puede pedir, disfrázandolo de gasto en sectores sensibles, como becas o investigación. Mientras tanto, España es el único país que ya ha salido de una recesión con el 25% de paro y una tasa de empleo del 50%, una ratio de deuda total de más del 400% del PIB y un sector financiero prácticamente sin capacidad crediticia, amordazado por una morosidad superior al 11%. Con razón Montoro decía que íbamos a ser la admiración del mundo.
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