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viernes, 27 de junio de 2014

Política y química

Navegando por la red.
Carles Francino.- Cadena Ser de ayer
 
Tampoco debería sorprendernos tanto, seguramente es la falta de costumbre, pero el adiós de Rubalcaba se ha convertido en la gran noticia política del día. A ver, digo que no debería sorprendernos, porque alguien que formó parte de un gobierno al que los ciudadanos despidieron con enorme dureza en las urnas por fracasar en la gestión de la crisis renunciando a sus ideas, que hace poco ha tenido otros resultados electorales nefastos y que entre medias ha visto cómo su partido, el PSOE, bajo su liderazgo, ha seguido cayendo en barrena, pues es lógico que se marche.
 
 Pero, claro, Rubalcaba es mucho más que esta última etapa y en el momento del adiós sería injusto quedarse únicamente con eso. No sólo porque en España sepamos enterrar muy bien, como dijo él mismo hace poco, sino porque silenciar el resto de su biografía supondría un flaco favor a la verdad. El aún secretario general del Partido Socialista ha sido un personaje realmente importante en la España democrática, sin duda; ha tenido un peso singular en terrenos como la educación o la seguridad, pero sobre todo ha sido -y es, y será- un adicto de la política, incluida una capacidad especial para hacer amigos y enemigos a partes iguales. Muchos de los que le han conocido se rinden antes sus dotes de urdidor de tramas, de Maquiavelo -un papel en el que se ha sentido muy cómodo-, pero otros muchos -y no sólo de partidos rivales- se la tienen jurada.
 
En cualquier caso, con Rubalcaba se marcha uno de los últimos integrantes de una generación política que ha sido capital en la historia de España aunque ahora esté de moda denigrarles. Y él ha sido además una persona que en momento puntuales, al margen de ideologías, ha mostrado sentido de Estado. Quizás por todo eso se entienda que el pleno del Congreso le haya tributado este mediodía una cálida ovación, no en vano han sido 21 años como diputado. A partir de ahora Rubalcaba afronta otro reto: reinventarse -o reencontrarse- a los 63 años volviendo a la Universidad como profesor. Faltará ver si entre clase y clase de química es capaz de desintoxicarse de la política.

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