Entre codazos y zancadillas nuestra política se ha enredado en una maraña de fintas, argucias y triquiñuelas muy difíciles de descrifrar pero que desde luego solo afectan al cortísimo plazo. Hemos renunciado a mira más lejos porque sabemos que ninguna de nuestras asignaturas pendientes, de gran complejidad todas ellas, pueden abordarse sin unir fuerzas y sin pactar. Y como ni queremos, ni sabemos, ni podemos hacer eso, hemos aceptado la derrota sin ni siquiera iniciar la batalla.
Me pregunto, ¿cuándo perdimos la confianza en nuestra capacidad de emprender grandes transformaciones? No lo sé. El hecho es que hemos perdido esa confianza. La revisión de la Constitución, el encaje de Cataluña, sí, pero también la reforma energética que necesitamos, la modernización de nuestra administración pública o de nuestro sistema productivo, el relanzamiento científico e investigador,una política educativa consensuada, solo son posible con grandes acuerdos y como ni los hay, ni se les espera, seguimos y seguiremos esperando un presente que no tiene porvenir. Estamos gestionando el ayer. Eso y no otra cosa es lo que se llama decadencia.
Iñaki Gabilondo hoy en La Ser
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